La maldición del oro negro
Muchos lo consideran un regalo de naturaleza, formado a través de la descomposición de microorganismos y la acción de complicados procesos geológicos y físicos, que en parte siguen siendo un misterio. Un líquido negro, viscoso e inflamable, del que se obtienen los carburantes que hacen funcionar miles de máquinas, además de plásticos y un sinfín de productos químicos; una fuente de energía, contaminante y al mismo tiempo muy rentable. Que conste que no soy "antipetróleo" y soy bastante consciente de su necesidad, pero no estoy a favor de una dependencia tan grande como la que existe en la actualidad.
El caso es que tener petróleo es sinónimo de riqueza y poder; por ello no tardó mucho en recibir el sobrenombre de “oro negro”. Muy apropiado el apodo, pues tampoco tardó en desbancar a este metal precioso como guardián de la economía mundial. La abundancia de petróleo en el planeta diluyó cualquier advertencia sobre moderar su uso (así como de buscar alternativas energeticas) y propició una autodependencia cada vez mayor. Y mejor no hablemos de su uso militar. Carros de combate parados y aviones en tierra. Más de un general se engancharía al tranxilium.
Sin embargo este tesoro tiene consigo una fuerte maldición; la naturaleza de tonta no tiene un pelo, y le encanta ponernos a prueba. Y nosotros que de tontos tenemos bastante, hemos caído en la trampa. El petróleo ha creado toda una generación de multimillonarios y poderosas empresas que luchan para protegerlo de cualquier amenaza. Curioso, pues el petróleo mismo es una amenaza para el medio ambiente (¿para cuándo una película llamada Prestige, con Leonardo Di Caprio y Kate Winslet como protagonistas?). Pero mucho me temo que aunque se hundieran todos los petroleros del mundo a la vez ningún gobernante se atrevería a pronunciar una sola palabra a favor de limitar su uso, bajo pena de linchamiento público en el jardín de la Casa Blanca.
Deberíamos preguntarle al rey Fahd, monarca soberano (más bien dueño absoluto) de Arabia Saudí, qué opina él del crudo. O mejor se lo preguntamos a los 30 mil millones de dólares que posee en su fortuna personal. Su ilustrísima majestad se dedica a coleccionar Ferraris, yates, palacios y aviones (demasiado viejo para coleccionar putas, para eso esta su séquito) mientras su pueblo se muere de hambre y se vulneran todos los derechos humanos. ¿Dónde están los todopoderosos neocons (con el emperador Bush II a la cabeza), libertadores del mundo, combatientes de la tiranía y la opresión e instauradores de democracias? ¿Y la ONU? Paso Palabra.
Los expertos han calculado en 42 años el tiempo que tardaremos en agotar las reservas mundiales existentes de petróleo (más o menos 1 billón de barriles). Por supuesto es una cifra aproximada, pero las arenas del tiempo siguen moviéndose y el fin del petróleo es inminente. Y es razonable pensar que a medida que se agote su precio será mayor, hasta que su coste sea astronómico e inasequible para la inmensa mayoría de la gente. Así que por fuerza tendremos que irnos desenganchando de esta adicción que nosotros mismos nos hemos creado. Recomiendo una terapia de grupo y ansiolíticos para todos.
Con el consumo energético creciendo exponencialmente y los combustibles fósiles en fase de lenta extinción (pero extinción, al fin y al cabo) es vital investigar nuevas fuentes de energía; las células solares (me enorgullece decir que España es una de las pioneras en su investigación), la energía hidroeléctrica y la eólica son opciones perfectamente válidas, pero insuficientes. La fusión nuclear (ey, no os tiréis a mi cuello, he dicho fusión, no fisión) es el futuro. Una energía limpia, barata y prácticamente ilimitada. Quizás no sea oro, pero es otro regalo de la naturaleza. Mientras tanto hay que tener cuidado. No es oro todo lo que reluce.
El caso es que tener petróleo es sinónimo de riqueza y poder; por ello no tardó mucho en recibir el sobrenombre de “oro negro”. Muy apropiado el apodo, pues tampoco tardó en desbancar a este metal precioso como guardián de la economía mundial. La abundancia de petróleo en el planeta diluyó cualquier advertencia sobre moderar su uso (así como de buscar alternativas energeticas) y propició una autodependencia cada vez mayor. Y mejor no hablemos de su uso militar. Carros de combate parados y aviones en tierra. Más de un general se engancharía al tranxilium.
Sin embargo este tesoro tiene consigo una fuerte maldición; la naturaleza de tonta no tiene un pelo, y le encanta ponernos a prueba. Y nosotros que de tontos tenemos bastante, hemos caído en la trampa. El petróleo ha creado toda una generación de multimillonarios y poderosas empresas que luchan para protegerlo de cualquier amenaza. Curioso, pues el petróleo mismo es una amenaza para el medio ambiente (¿para cuándo una película llamada Prestige, con Leonardo Di Caprio y Kate Winslet como protagonistas?). Pero mucho me temo que aunque se hundieran todos los petroleros del mundo a la vez ningún gobernante se atrevería a pronunciar una sola palabra a favor de limitar su uso, bajo pena de linchamiento público en el jardín de la Casa Blanca.
Deberíamos preguntarle al rey Fahd, monarca soberano (más bien dueño absoluto) de Arabia Saudí, qué opina él del crudo. O mejor se lo preguntamos a los 30 mil millones de dólares que posee en su fortuna personal. Su ilustrísima majestad se dedica a coleccionar Ferraris, yates, palacios y aviones (demasiado viejo para coleccionar putas, para eso esta su séquito) mientras su pueblo se muere de hambre y se vulneran todos los derechos humanos. ¿Dónde están los todopoderosos neocons (con el emperador Bush II a la cabeza), libertadores del mundo, combatientes de la tiranía y la opresión e instauradores de democracias? ¿Y la ONU? Paso Palabra.
Los expertos han calculado en 42 años el tiempo que tardaremos en agotar las reservas mundiales existentes de petróleo (más o menos 1 billón de barriles). Por supuesto es una cifra aproximada, pero las arenas del tiempo siguen moviéndose y el fin del petróleo es inminente. Y es razonable pensar que a medida que se agote su precio será mayor, hasta que su coste sea astronómico e inasequible para la inmensa mayoría de la gente. Así que por fuerza tendremos que irnos desenganchando de esta adicción que nosotros mismos nos hemos creado. Recomiendo una terapia de grupo y ansiolíticos para todos.
Con el consumo energético creciendo exponencialmente y los combustibles fósiles en fase de lenta extinción (pero extinción, al fin y al cabo) es vital investigar nuevas fuentes de energía; las células solares (me enorgullece decir que España es una de las pioneras en su investigación), la energía hidroeléctrica y la eólica son opciones perfectamente válidas, pero insuficientes. La fusión nuclear (ey, no os tiréis a mi cuello, he dicho fusión, no fisión) es el futuro. Una energía limpia, barata y prácticamente ilimitada. Quizás no sea oro, pero es otro regalo de la naturaleza. Mientras tanto hay que tener cuidado. No es oro todo lo que reluce.
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