Qué pena dan las víctimas
¿Hola Pilar, qué tal, soy May, cómo te va todo? Así de normal empezó una conversación, como muchas otras, con Pilar Manjón. Quién me iba a decir a mí, que después de terminar nuestra charla, se iba a crear tanto revuelo.
Era una mañana de lunes, empezaba el trabajo buscando declaraciones y algo que poder contar sobre la manifestación del sábado anterior en la que varios colectivos y cientos de miles de personas habían gritado que no querían negociación con ETA. Pilar todavía no había dicho nada sobre la multitudinaria marcha en la que rehusó participar.
Empezamos hablar sobre la manifestación y de sus palabras se desprendía cierto desprecio al respaldo social que la AVT –Asociación de Víctimas del Terrorismo– había tenido en Madrid. Simplemente, me dijo, –he visto a "las víctimas mediáticas de siempre"–. Y ya con eso empezó a gestarse la polémica.
Una vez distribuido el teletipo las reacciones al mismo se fueron publicando por Internet en diversos periódicos digitales, blogs personales y confidenciales. La bola de nieve que se creó entorno a sus palabras fue enorme, y las radios comentaban en los boletines y programas lo que ella había dicho, aunque sin más datos que lo que yo les había aportado con mi escrito.
A mí me felicitaban mis compis, incluso algún jefe, pero yo no estaba del todo muy ilusionada por el hecho de que unas declaraciones que ella me había confiado estuvieran en las portadas de 3 de los 4 periódicos nacionales. Pilar es una víctima del terrorismo. Su hijo murió en la terrible masacre del 11-M de Madrid. Y con lo que me había dicho había conseguido ahondar más en la brecha que separa a los dos frentes de las víctimas.
Pero no debía de sentirme yo mal por eso, sino ellos, las víctimas.
En vez de estar unidas se pasan todo el día enfrentadas. Les une el dolor por perder a un familiar o un ser querido a manos de alguien que no merece ni la condición de persona, por el simple hecho (aunque menos de simple tiene de todo) de matar a seres humanos por una idea, una ideología, una religión, o lo que sea. No hay justificación alguna en el terrorismo.
Y ese es el problema. La búsqueda de las justificaciones, por parte de unos y de otros, del terrorismo y su entorno. La mala politización de todo el asunto, las ganas de echarse a la cara los "representantes del pueblo" que ellos están con unas víctimas, y los del otro bando con las otras. Se ha logrado con eso, la división total de un solo colectivo, las víctimas del terrorismo, que se están poniendo entre ellos categorías. Y eso no hace más que alimentar a los criminales en su despiadado objetivo de conseguir su fin con la violencia. Así, ¿donde vamos a llegar?
Negociar con los terroristas que azotan España desde finales de los 60 se ha convertido en "la excusa" política del momento. El lema de las marcha de Madrid del 4-J era "negociación en mi nombre, no". Las víctimas de ETA gritaban todo lo fuerte que podían esa frase para que el Gobierno las "escuchara". Pero según Pilar no estaban allí más que "las víctimas mediáticas de siempre".
A eso le respondí que en España, por desgracia, víctimas de ETA podemos ser todos, porque no sabemos si en cualquier momento nos vamos a ver involucrados en una cruel acción de la banda. Y aquí llego el verdadero centro de la polémica que la ha llevado a irse de Madrid por amenazas de muerte, –"no todos los que llevaban carteles del no (a la negociación) eran víctimas porque víctimas somos las que lloramos por las mañanas" y sólo las que se reconocen según lo define la ley–. Y siguió diciendo "las víctimas somos víctimas, y los hermanos, aunque sean presidentes de una asociación, no son víctimas", en alusión al presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz. Los demás lo que pueden ser son "víctimas solidarias".
Y ante esto qué hacemos. Me pregunto nuevamente, así a dónde vamos a llegar, si las propias víctimas están enfrentadas y no se respetan. De esta manera, se les da aliento a los terroristas, provengan de donde sea, a que se rían de todos nosotros, y tengamos miedo de ser un día una víctima como ellos, y terminar de la misma manera.
Era una mañana de lunes, empezaba el trabajo buscando declaraciones y algo que poder contar sobre la manifestación del sábado anterior en la que varios colectivos y cientos de miles de personas habían gritado que no querían negociación con ETA. Pilar todavía no había dicho nada sobre la multitudinaria marcha en la que rehusó participar.
Empezamos hablar sobre la manifestación y de sus palabras se desprendía cierto desprecio al respaldo social que la AVT –Asociación de Víctimas del Terrorismo– había tenido en Madrid. Simplemente, me dijo, –he visto a "las víctimas mediáticas de siempre"–. Y ya con eso empezó a gestarse la polémica.
Una vez distribuido el teletipo las reacciones al mismo se fueron publicando por Internet en diversos periódicos digitales, blogs personales y confidenciales. La bola de nieve que se creó entorno a sus palabras fue enorme, y las radios comentaban en los boletines y programas lo que ella había dicho, aunque sin más datos que lo que yo les había aportado con mi escrito.
A mí me felicitaban mis compis, incluso algún jefe, pero yo no estaba del todo muy ilusionada por el hecho de que unas declaraciones que ella me había confiado estuvieran en las portadas de 3 de los 4 periódicos nacionales. Pilar es una víctima del terrorismo. Su hijo murió en la terrible masacre del 11-M de Madrid. Y con lo que me había dicho había conseguido ahondar más en la brecha que separa a los dos frentes de las víctimas.
Pero no debía de sentirme yo mal por eso, sino ellos, las víctimas.
En vez de estar unidas se pasan todo el día enfrentadas. Les une el dolor por perder a un familiar o un ser querido a manos de alguien que no merece ni la condición de persona, por el simple hecho (aunque menos de simple tiene de todo) de matar a seres humanos por una idea, una ideología, una religión, o lo que sea. No hay justificación alguna en el terrorismo.
Y ese es el problema. La búsqueda de las justificaciones, por parte de unos y de otros, del terrorismo y su entorno. La mala politización de todo el asunto, las ganas de echarse a la cara los "representantes del pueblo" que ellos están con unas víctimas, y los del otro bando con las otras. Se ha logrado con eso, la división total de un solo colectivo, las víctimas del terrorismo, que se están poniendo entre ellos categorías. Y eso no hace más que alimentar a los criminales en su despiadado objetivo de conseguir su fin con la violencia. Así, ¿donde vamos a llegar?
Negociar con los terroristas que azotan España desde finales de los 60 se ha convertido en "la excusa" política del momento. El lema de las marcha de Madrid del 4-J era "negociación en mi nombre, no". Las víctimas de ETA gritaban todo lo fuerte que podían esa frase para que el Gobierno las "escuchara". Pero según Pilar no estaban allí más que "las víctimas mediáticas de siempre".
A eso le respondí que en España, por desgracia, víctimas de ETA podemos ser todos, porque no sabemos si en cualquier momento nos vamos a ver involucrados en una cruel acción de la banda. Y aquí llego el verdadero centro de la polémica que la ha llevado a irse de Madrid por amenazas de muerte, –"no todos los que llevaban carteles del no (a la negociación) eran víctimas porque víctimas somos las que lloramos por las mañanas" y sólo las que se reconocen según lo define la ley–. Y siguió diciendo "las víctimas somos víctimas, y los hermanos, aunque sean presidentes de una asociación, no son víctimas", en alusión al presidente de la AVT, Francisco José Alcaraz. Los demás lo que pueden ser son "víctimas solidarias".
Y ante esto qué hacemos. Me pregunto nuevamente, así a dónde vamos a llegar, si las propias víctimas están enfrentadas y no se respetan. De esta manera, se les da aliento a los terroristas, provengan de donde sea, a que se rían de todos nosotros, y tengamos miedo de ser un día una víctima como ellos, y terminar de la misma manera.
Por May Mariño
1 Comments:
UFFF!!! cosas así no se leen todos los días. Gracias Mari Carmen.
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