D-Generación

"Una generación extraviada en un mundo casi perdido, lejos de la Generación del 98, del 14, del 27, de mayo del 68, no somos otra cosa que una 'D-Generación'"

martes, octubre 11, 2005

Esos pequeños monstruos


El bien y el mal son conceptos abstractos, intangibles y a veces muy ambiguos; cada persona crea su propia versión de ellos y puede modificarlos en base a las circunstancias o vivencias. Sin embargo la mayoría coincidimos en muchos. Cometer un delito, sea cual sea, es malo y tiene consecuencias catastróficas, tanto para el individuo como para el conjunto de la sociedad. Ésta necesita ciertas normas para autorregularse, para evitar la anarquía y exista un cierto orden. Quién pone esas reglas y elige cuales son (o deberían ser, o no ser) es, normalmente, tarea de los políticos. Decidir el castigo de quienes las incumplen es tarea de la maquinaria del sistema judicial, gente que se supone preparada para aplicar la ley. Y perseguir a aquellos que no la cumplen es tarea de las autoridades. Sin embargo no todo es tan fácil. Surgen mil y un problemas. ¿La justicia es justa? ¿La ley es justa? ¿La policía desempeña bien su labor?

El delincuente es un miembro destructivo de la sociedad, alguien con un concepto alterado del bien y el mal; por supuesto hay muchos tipos de delincuentes, tantos como delitos posibles. De la simple falta al crimen más terrorífico. Algunos han pasado a la historia como auténticos monstruos, gente despiadada con un largo expediente criminal y que jamás han querido rehabilitarse. Sin embargo, estos últimos años la delincuencia juvenil esta creciendo de forma alarmante. Ya no hablamos de robos, vandalismo o peleas, sino de asesinatos, violaciones y trafico de drogas. Se nos puso el pelo de punta (bueno, a mi no, que no tengo) con la historia de Sandra Palo. Violada, torturada, quemada viva por tres mocosos de diecisiete años. Tal fue el revuelo generado que los políticos consideraron oportuno revisar la ley del menor; dice la ley que al ser menores de edad no pueden ir a la cárcel, sino a un centro de menores. El pueblo pedía las cabezas de estos gusanos. Y yo también.

Basta leer cualquier periódico para darse cuenta de que no es un hecho aislado. Cada vez mas crímenes, cada vez más violentos, cada vez más jóvenes. ¿Qué esta pasando? Dicen psicólogos y educadores que detrás de estas conductas tan destructivas se esconden otras de miedo, de odio, de ira, generadas a su vez por conflictos personales, familiares, sociales. A menudo han nacido en el infierno, han crecido en ambientes difíciles y violentos y han mamado esas conductas en su propia casa. Por supuesto eso no los justifica, es una advertencia a la sociedad. La pregunta es, ¿qué hacemos con ellos? ¿Se pueden rehabilitar? Pues muy difícil y sobretodo muy caro. Difícil porque es un proceso muy largo y complicado. Caro porque exige muchos recursos sanitarios y sociales. ¿Merecen otra oportunidad? El que diga sí que se lo explique a los padres de la chica. Con crímenes tan horrendos la ley debe ser muy contundente. Y aunque el corazón nos pida que les colguemos por las pelotas en la Plaza Mayor y luego apedrearlos, tenemos que confiar en ella; algo bastante difícil últimamente.

Si yo condujese por la A-I hablando por el móvil y la Benemérita me pillase in fraganti, me caerían 300 euros de multa. Por eso no lo hago. ¿Que sería de mí si atropellase a un peatón? Iría unos cuantos años a la cárcel. Sin embargo respetable bailaor de flamenco lo hizo con un M3 V6 de doscientos cincuenta caballos y no tuvo problemas en acudir en coche a la fiesta de un productor discográfico en su mansión ibicenca (esos que luego chillan contra la piratería). Como este, mil casos. La ley a veces no funciona. Y con esos pequeños monstruos debe ser más contundente. No hablo de aumentar la represión, ni de autorizar a los ciudadanos a armarse hasta los dientes (en E.E.U.U. ya lo hacen y no les va precisamente bien), tampoco de instaurar la pena de muerte. Pero la ley del menor ahora mismo es ridícula y obsoleta, no esta preparada para hacer frente a lo que se nos viene encima. Y es que a muchos de estos monstruos se la suda todo, y saben que acabarán en la cárcel. Que así sea pues.