Sobre el derecho a emborracharse (II)

Ya son veinte las ciudades y pueblos que se han apuntado al macrobotellón de este viernes; los ayuntamientos han anunciado que impedirán a toda costa el evento y es de esperar una numerosa presencia policial. Un ejército de lecheras contra miles de estudiantes tocados; el imperio contra los rebeldes.
La cultura de la fiesta comenzó hace décadas y se extendió por rapidez en toda Europa, en los países mediterráneos con más intensidad debido al clima cálido. Muchos ritos y tradiciones que luego evolucionaron a garitos, bares y discotecas, con alcohol siempre de por medio. Estos últimos años el problema empeoró al descender la edad de inicio al consumo y al surgir toda una generación de jóvenes que sin alcohol no funcionan, no se divierten.
El alcohol está por todas partes (por su condición de droga legal) y luchar contra el requiere un ejercicio de gran esfuerzo con pizcas de hipocresía; la doble moral que comentaba Aitor por ejemplo es otro problema; la transgresión es un poderoso motivo para abrir la botella.
¿Todos los que salen de fiesta son unos alcohólicos? Para nada; el alcoholismo es una trastorno de dependencia, que puede existir en mayor o menor grado; el consumo responsable es por tanto la mejor arma; no mezcles bebidas, evita el garrafón, no conduzcas y no te pases. Pero sigo pensando que un chaval de 13 años no debe darle a la botella tan pronto; es peligroso pues las conductas de riesgo suelen empeorar cuando persisten demasiado tiempo. Y ya sabemos lo que viene después.
No estaré este viernes en Moncloa; sin embargo me han invitado el sábado a una excursión etílica por los bares (o debería decir por el Meji) de este pueblo. Ya sabes que no bebo y por tanto no me convence el plan; me acercaré de todos modos, porque si respeto el derecho de emborracharse de los demás, espero que respeten el mío de no hacerlo.
1 Comments:
El séptimo día Dios creó la Mahou *****
Para olvidar el monstruo que había creado.
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