Partitocracia y disciplina de partido
Los defensores a ultranza de la democracia postmoderna acostumbran a alegar que estamos ante el mejor sistema posible. Desde luego, es el mejor sistema en comparación con cualquier tipo de régimen totalitario, bananero o caciquil en el que el juego político es una mera ilusión o ni siquiera se disimula.
Sin embargo, es absolutamente imperfecto. De hecho, es tan imperfecto que, en no pocas ocasiones, la aplicación del estado de derecho genera injusticia y tolera la trampa legal, así como el abuso del que aplica el ya célebre "tanto tienes tanto vales".
A estas alturas, nos hemos llenado la boca de decir que "democracia significa que el pueblo ha de gobernar", al tiempo que nos cuadramos ante los mandatos de los seleccionados por consulta cuatrienal en la que elegimos a "nuestros líderes". A su vez, esos líderes marcan el voto de todos los diputados de su grupo con representación en las cámaras. Y eso no es democracia, sino partitocracia.
Habría que preguntarse por qué motivo existen 350 diputados en el Congreso -por poner un ejemplo-, cuando verdaderamente sólo hay ocho posibles opciones, tantas como grupos con representación en la Cámara Baja.
Es lamentable el sistema de listas cerradas, que acota el sentido democrático de la elección, pero más aún lo es que los diputados de un grupo parlamentario tengan que plegarse ante "su señor".
Por eso, hay que felicitar a la popular Celia Villalobos y a otros cuatro diputados de Unió Democràtica de Catalunya, quienes, contra todo pronóstico, votaron en contra de la postura de sus partidos respecto a la ley de matrimonios homosexuales. Lo grave es que la ex-ministra de Sanidad ya ha recibido un tirón de orejas, acompañado de un expediente, desde la calle Génova de Madrid.
Es comprensible que la pertenencia a un partido obligue a comulgar con su ideario político, pero el poder legislativo afronta, muchas veces, cuestiones que van más allá de los principios básicos de una formación política; se trata de aspectos que tienen que ver más con las convicciones morales de cada individuo.
Por tanto, habría que exigir más responsabilidad y capacidad de iniciativa y libertad a los "representantes del pueblo" de cada uno de los signos políticos. Queremos valientes que asistan a los plenos y sean capaces de decidir por sí mismos y no burócratas y funcionarios, arrodillados ante los dictados del partido al que pertenecen, que pasan más tiempo en el bar de las Cortes que en su puesto, es decir, su escaño.
2 Comments:
Yo no sé scribir en francés chapó, pregúntaselo a Salva, pero CHAPó.
Comulgo con tu opinión. Lamentablemente, yo sou más radical y creo que no será suficiente con un mejoramiento de la democracia. Hay que subvertir el sistema, y te lo dice un personaje bastante pasivo, esa es la única solución.
El poder se la apañaría para mantener su posición predominante en una reforma de la demos, ya que marcaría el cambio.
Aun así, suscribo. No hay que dejarse enganñar, eso es un paso.
gran articulo ordax.
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