La circocracia no da al poste

Les tengo que confesar que me gusta el fútbol. Que llega el domingo y me gusta escuchar un rato los pepes puritos y talonarios bancotel. Incluso los comentarios de Poli Rincón y las disertaciones de Antic, que siempre acaban en imitación de salón, balón dar poste.

Después de una semana cargada de tensiones y malos rollos, de enfados con el jefe y telediarios catástrofistas, es normal que la gente se evada en el fútbol. Sí, ya sé que no es sólo los domingos, que también hay fútbol los martes, los miércoles, la uefa del jueves, el día anterior y el día siguiente. También sé que el fútbol es el circo del pan e idem de nuestros días. Pero no quería hablar hoy de eso.

Decía que pese a todo me gusta el fútbol. Jugarlo y verlo. Es más, por qué negarlo, me gusta ver ganar a mi equipo y así poder chinchar al insoportable vecino del quinto, que además de todo es "de los otros".

Este fin de semana sonaban los petardos y las bocinas de los coches. Las fuentes se llenaban de azulgranas. Hasta aquí todo correcto.

Pero de lo que quería hablar era de la violencia. La rivalidad, bien entendida, no trae ningún problema. Mi artículo estaba siendo demasiado benevolente hasta ahora. El fútbol ya no es sólo fútbol. Es política y es sobre todo dinero. (Acepto la objeción de que la política también es dinero).



Y ahí tenemos hinchas de ultraderecha y extrema izquierda, tolerados y alentados por sus respectivos clubes. Tenemos bengalas, muertos y "en la próxima nos vemos".

También tenemos a jugadores estúpidos, ricos sin cerebro a los que todo lo bueno se les quedó en los pies. Roberto Carlos riéndole las gracias a los Ultra Sur (¿has olvidado que para ellos eres un mono?). Eto´o llamando cabrones a los madridistas. Se les olvida el poder que tienen, la influencia que poseen en la sociedad, la violencia que pueden generar. Lo que nos faltaba, un poquito más de crispación.

Pese a todo me gusta el fútbol. Pese a ser un espectáculo más dentro del circo, un espectáculo para masas que nos "amasa" todavía más, si es que eso es posible dentro de la sociedad de la demagogia, la publicidad y la partitocracia de la que ya nos habló Ordax.

Poco de esto cambiará (ya no soy tan iluso) y la mierda continuará (es más, irá en aumento). El fútbol nunca volverá a ser sólo un deporte. Sólo nos quedarán los puritos.